Sola, asombrosa, completa en
Sí Misma, la Diosa, Ella cuyo nombre no puede ser pronunciado, flotaba en el
abismo de la oscuridad exterior, antes del comienzo de todas las cosas. Y
cuando miró en el espejo curvado del espacio negro, Ella vio por su propia luz
su radiante reflejo y se enamoró de él. Lo hizo aparecer mediante el poder que
estaba en Ella e hizo el amor consigo misma, y La llamó “Miria, la
Maravillosa”. Su éxtasis brotó en la única canción de todo lo que es, fue, o
alguna vez será, y con la canción llegó el movimiento, ondas que fueron
vertidas hacia fuera y se convirtieron en todas las esferas y los círculos de
los mundos. La Diosa se llenó de amor, se hinchó de amor, y dio a luz a una
lluvia de espíritus brillantes que llenaron los mundos y se convirtieron en
todos los seres. Pero en ese gran movimiento, Miria fue arrastrada y al alejarse
de la Diosa, se volvió más masculina. Primero se convirtió en el Dios Azul, el
gentil, llamado Dios del Amor. Después en el Dios Verde, cubierto de parra,
arraigado en la tierra, el espíritu de todas las cosas que crecen. Finalmente,
se convirtió en el Dios Enastado, en el Cazador cuyo rostro es el Sol
rubicundo, pero oscuro como la Muerte. Pero el deseo siempre lo vuelve a atraer
hacia la Diosa, para que Él la rodee eternamente, intentando volver al amor.
Todo empezó con el amor; todo busca volver al amor. El amor es la Ley, el
maestro de la sabiduría y el gran revelador de misterios.( STARHAWK, 1999)
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